23.2.13

Capitán.

-Capitán- grita el marinero- Capitán, se están acercando, capitán.
El Capitán no contesta. Mira al horizonte, perdido. Tal vez, en su propio océano. Quién sabe.
-Capitán, ¿dará la orden?-
La desesperación en la voz del marinero es evidente.
-Capitán, ¿qué hacemos?
El tiempo, que al estar en el mar pasa tan relativamente, se está acabando. El enemigo se acerca rápidamente.
-Capitán, ¿disparamos?-
Nada.
-¿Capitán?-
El enemigo está tan cerca que casi se lo puede oler. Obediente, la tripulación no se mueve hasta que no recibir órdenes de su capitán. Pero, ¿qué orden puede dar, si los doblan en número y armas? Casi podía jurar que era una misión suicida desde el principio.
Y ya es demasiado tarde para echarse atrás.
-Tomen sus posiciones. Preparen sus armas. Apunten. No disparen- declara el Capitán- No todavía- agrega.
Como Capitán que es, nadie se atreve a desobedecerlo. Están todos listos, esperando su orden. La orden del capitán.
Está esperando el momento justo para dar dicha orden. Y, tal como dijo, él también toma su posición. El lugar propio, que por derecho le pertenece: el timón.
El momento se acerca; la tensión se percibe en el aire. Se aferra fuertemente al timón, su único y más fiel compañero. Con la cabeza en alto y siempre la mirada en el horizonte, alza su espada.
Es el último minuto. Ya no importa quiénes alguna vez fueron, sus identidades, sus caras, sus recuerdos. Nada importa porque todo está a punto de perderse para siempre. Ninguno cuestiona nada más de la vida. Las decisiones que alguna vez supieron tomar quedarán enterradas para siempre. Todos piensan en ese alguien al que no pudieron despedir. Suspiran por esas cosas que ya jamás podrán hacer. Y anhelan que nunca jamás nadie tenga que pasar por eso que están viviendo ahora.
El Capitán se permite un segundo para recordar su miserable existencia. Suspira. “Muchas cosas no salieron como las planeé”, se repite para darse valor, “sin embargo me tocaron y es mi deber afrontarlas con el honor intacto”.
De su voz sale el grito que da paso a la guerra. Fuerte, claro, sin vacilaciones.
Como un Capitán.

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