Se piensan que no escucho. Que soy sorda, o tal vez tonta.
No sé.
Pero eso no les impide hablar. Hablan de mí. De cómo soy, de
las cosas que hago. Y están muy seguros de lo que dicen, y lo creen en serio.
Creen que soy como ellos me ven. Pero no, ellos no ven.
No ven.. no saben cómo soy. Qué hago. Qué me gusta y qué no. No
saben nada. Y me da bronca, porque creen que sí. Lo sé. Lo veo en sus miradas
juiciosas. Lo escucho en sus palabras, en sus comentarios, en sus murmullos por
lo bajo. Y no les importa.
Todo lo que dicen, duele. Cómo me miran, duele. Sus risas,
duelen. Duele y mucho.
Ojalá los pudiera enfrentar. Pero no soy fuerte como ellos.
No soy fuerte porque no voy en grupo, estoy sola. ¡Quisiera verlos, solitos
como yo, a ver si serían capaces de lidiar con lo que yo lidio!
Me doy cuenta de algo clave: a mí tampoco me tendría que
importar. Ya lo dije antes, ¿qué saben ellos? Nada. Entonces, ¿por qué les voy
a dejar hablar? Si no puedo enfrentarlos porque sé que perderé, al menos no voy a dejar que me influya lo que digan. No voy a dejar que me importe. Voy a ser
fuerte.
No es simple, para nada. Es difícil. Es una de esas tantas
cosas con las que tenemos que aprender a
vivir hasta que se terminan. Un día se van a cansar, y se van a ir. Yo lo sé.
Voy a resistir.
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Para todo aquel que alguna vez sufrió de burlas. De esas miradas que son difíciles de borrar. Para las víctimas del bullying.