6.5.13

visitante


A veces puedo imaginarme de grande, en cierto momento del día, con cierta gente, haciendo determinada cosa, una cosa que me gusta. Algo que sueño con lograr, una cosa que quiero vivir. Esa es la parte del futuro que de verdad me entusiasma, a la que aspiro llegar, lo que me da motivación para seguir y hacer las cosas lo mejor que puedo desde ahora. Me ayuda a enfocarme para dar todo de mí. Me gustan sus consecuencias, aunque el proceso en sí pueda ser largo y hasta incluso pesado.
Pero también puedo verme fracasando. Puedo verme haciendo las malas decisiones. Yendo por los malos caminos. Los fáciles porque es más fácil desviarse; es tentador. La diferencia es que no tienen consecuencias alegres ni mucho menos, fáciles. Y pensar en que existe esa posibilidad, la de terminar mal, la de no llegar y en vez de eso fracasar, me pone muy mal.
A veces no puedo dejar de pensar en esta segunda opción. Y así desencadeno un montón de pensamientos que definitivamente no ayudan a hacerme sentir mejor. Me estanco y me maquino. ¿Lo peor de todo? Soy yo la que piensa esas cosas, la que se tira para abajo. Soy la que no quiere verme triunfar. Soy la que más busca arruinar mis sueños. Cuando soy mi enemiga, soy mi peor enemiga. A veces me pongo a pensar si de verdad seré yo, o alguien que usurpa mi lugar momentáneamente. Porque a ver, yo quiero cosas buenas para mí, yo quiero lograr lo que ambiciono, yo quiero seguir adelante.
¿Entonces?
Entonces no puede ser que sea yo. Es alguien más que suele meterse dentro de mí y a veces logra controlarme. Me maneja como quiere, hasta que lo puedo sacar. Es un visitante, no un residente. Se tiene que ir. Ya le llega la hora, que se vaya. Y así vuelvo a la normalidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario